Escultor Alejandro Arce

Alejandro Arce
Buenos Aires

Artista Visual.
Nace en Bariloche, en el año 1965.
Vive y trabaja en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Realiza esculturas en arena en distintos lugares del país: Mar del Plata, Miramar, Pinamar, La Lucila, San Bernardo, en predios cerrados como el de la Rural (Feria de Turismo de la Provincia de Bs As. 2011), en Exponiño 2012 en Comodoro Rivadavia, en el Lanzamiento de Avistaje de Ballenas en Puerto Pirámides, en la cordillera (Bariloche) con arena volcánica, Fiesta Nacional de Artesanias, Fiesta de la Cerveza en Uruguay, Encuentro de Internacional de Escultura en Arena en Uruguay, Bienal Internacional de Esculturas del Chaco y varios simposios y encuentros de escultores.

Realiza cortos animados (stop motion) con plastilina, papel y otros materiales para el canal Pakapaka entre otros.

Investiga, experimenta y desarrolla proyectos visuales y trabajos artísticos interactivos.

Dictó numerosos cursos y talleres entre los que podemos destacar “Fotografiar y contemplar – IUNA”, “Expresión creativa – IUNA”, “Taller de afiche” y “El diseño gráfico en el aula”

Expuso su obra en numerosas espacios, entre ellos: Centro Cultural Recoleta, Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori. International Triennal of Graphics Art Btiola, Republic Of Macedonia.

Algunas de los trabajos fueron premiados en: “Bienal de Artes Visuales del Mercosur”, “Bienal Internacional de Afiches de Varsovia”, “Primera Bienal de Arte Joven Patagónico´93”.

Algunos de los trabajos fueron declarados de interés cultural por el Concejo Municipal de Bariloche y por la Legislatura de la Provincia de Río Negro.

Obra: Memorias de arena
Con el detalle minucioso de un realismo singular surge de las esculturas de Alejandro Arce lo colosal que más allá de su imponencia, será efímero, no permanecerá, finalmente se confundirá con el viento o con una brisa.
Los personajes, los objetos, los animales se devalan fugándose del bloque (macizo, montaña) pero conservan intacta su nostalgia. Por eso vuelven al bloque o a la nada o a la playa.
Cada lugar, cada geografía permite crear pero impone sus propias reglas, con sus bordes, con su propia textura, generosa o esquiva. Ninguna es igual a otra. Por eso, cada vez comienza o recomienza la lucha entre el artista y la materia para que suceda un mundo, un mundo poblado o solitario, una escena extraña en la que se recupera lo perdido.
Un mundo cincelado sin cincel; modelado húmedo en el que se transparenta un ojo inquietante, una mano curtida, un grupo de libros misteriosamente cerrados y apilados, un tórrido reloj o los personajes amables y silenciosos.
Con la colosalidad de lo efímero: con su complejidad, con su paradójica insistencia en la memoria o el registro.